Dos caras, Un Cristo Roto

Hoy quiero pedir disculpas por lo que sigue, por lo extenso y porque, probablemente sea una herejía. Hace días que ronda en mi cabeza y hoy fue una imagen que estuvo presente todo el día en mi.
De nuevo perdón por lo que sigue. Cuando era chico tenía un pequeño libro que se llama mi Cristo roto. En un capítulo dice que el Cristo no tenía rostro y que en ese lugar había que imaginar el rostro de los pecadores, de los peores asesinos, ya que por ellos Él había venido al mundo para salvar esos pecados, no para juzgarlos. Que cada uno se condenaria asimismo por no pedir perdón a Dios por los propios pecados. La imagen que me ronda es la de un Cristo con el rostro de Hitler. Uno de los peores y más crueles asesinos de la historia. Pero también se me aparece otro rostro, este en cambio lo presiento en la sangre redentora de Cristo. es el del cura franciscano San Maximiliano Kolbe, cura polaco que fue llevado a los altares justamente por otro Santo polaco. San Juan Pablo segundo. En Auswich la peor de las muertes no era ni el pelotón de fusilamiento ni el doble ahorque ni la cámara de gas. Como siempre lo peor está oculto. La peor muerte era en los calabozos de los subsuelo. Los encerraban desnudos y los mataban de hambre y de sed. 
Dice un testigo: 
"Por su debilidad recitaba las oraciones en voz baja. Durante toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se veía al P. Maximiliano de pie o de rodillas en el centro, mirando con ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio (cuando alguien escapaba, elegían al azar otros 10 y los mandaban a esta muerte, el Santo Kolbe había cambiado el lugar de un padre de familia en uno de esos episodios), sabían también que todos los que estaban con el morían inocentemente. Por esto, manifestando respeto por el P. Kolbe, decían entre si: "Este sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada semejante!".
Así pasaron dos semanas, mientras tanto los presos morían uno tras otro. Al termino de la tercera semana, solo quedaban cuatro, el P. Kolbe entre ellos.
A las autoridades pareció que las cosas se alargaban demasiado. La celda era necesaria para otras víctimas. "Por esto, un día, el 14 de agosto, condujeron al director de la sala de enfermos, el criminal Boch, el cual propino a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico. El P. Kolbe, con la plegaria en los labios, el mismo ofreció el brazo al verdugo.
"Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde encontré al P. Kolbe sentado", narra Borgowiec, "recostado en la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo limpio y luminoso. Su rostro lucia sereno y bello, radiante, mientras los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los signos de la agonía en el rostro.
"En el campo por meses se recordó el heroico acto del sacerdote. Durante cada ejecución se recordaba el nombre de Maximiliano Kolbe.
"La impresión del hecho se me grabó eternamente en la memoria".
La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta: La Asunción. Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y por un padre de familia. El padre Kolbe venció al mal con el poder del amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento."
El rostro de un asesino, la sangre redentora de un Santo. Perdón por la herejía. 
Nadie te ama como Él.

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